LA OVEJA PERDIDA

THE LOST SHEEP-LA OVEJA PERDIDAAl bondadoso Jesús, que hablaba con todo el mundo, se le acercaba todo tipo de gente ávida de escucharle hablar. Muchos de los que le oían, gente común del pueblo, eran considerados como viles pecadores y eran despreciados por los de la clase social alta, que se consideraban a sí mismos como los más puros: los fariseos y los escribas, quienes al verles “murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ‘¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros, gozoso y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento’”.1

Como ilustración moral de la obra de amor de Dios por sus hijos perdidos, la parábola de la oveja perdida debiera ser atesorada como lema en toda familia. Jesús, el Divino Pastor deja las noventa y nueve, y sale al desierto a buscar la perdida. Hay matorrales, pantanos, y grietas peligrosas en las rocas, y el Pastor sabe que si la oveja está en alguno de estos lugares, una mano amistosa debe ayudarle a salir. Mientras oye su balido lejano, hace frente a cualquier dificultad para salvar a su oveja perdida. Cuando la descubre, no la abruma con reproches. Se alegra de encontrarla viva. Con mano firme aunque suave, aparta las espinas, o la saca del barro; la alza tiernamente sobre sus hombros, y la lleva de vuelta al aprisco. El Redentor puro y sin pecado, lleva al ser pecaminoso e inmundo. Jesús, el Buen Pastor2, decía que había sido enviado a por las ovejas perdidas.3 Estuvo dispuesto a salvar al hombre, fuera cual fuera el costo.4 Aceptó su bautismo de sangre, a fin de que por él los millones que perecen puedan obtener vida eterna. Dejó los atrios celestiales, donde todo es pureza, felicidad y gloria, para salvar a la oveja perdida, al mundo que cayó por la transgresión.5 Y no se apartó de su misión. Hizo propiciación por unos seres que quisieron pecar y que, como consecuencia, sólo obtuvieron la desgracia y la muerte.6 El Señor dice en su Palabra: “Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil”.7

Así cuida el Salvador a su rebaño de discípulos. El ha ido delante de nosotros. Vivió en la tierra como nosotros. Fue niño, joven y hombre adulto. Venció a Satanás y todas sus tentaciones, a fin de que nosotros también podamos vencer. Jesús murió para salvarnos.8 Aunque ahora esté en los cielos, no nos olvida ni por un momento; él guardará segura cada una de sus ovejas. Nadie que le siga puede ser arrebatado por el gran enemigo. Este mundo diminuto fue escenario de la encarnación y el sufrimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Cristo dejó el cielo y el resto del universo, y vino a este mundo, todo mancillado y quemado por la maldición. La perspectiva no era favorable, sino muy desalentadora. Sin embargo, “no se cansará, ni desmayará, hasta que ponga en la tierra juicio”.9 Debemos tener presente el gran gozo manifestado por el Pastor al recobrar la oveja perdida. Llama a sus vecinos y dice: “Dadme el parabién, porque he hallado la oveja que se había perdido”. Y por todo el cielo repercute la nota de gozo.10 El Padre mismo se regocija con canto por el alma rescatada. ¡Qué santo éxtasis de gozo se expresa en esta parábola! Y es nuestro privilegio participar de este gozo.

 

Referencias Bíblicas:
1. Lucas 15: 1-7
2. Juan 10: 14
3. Mateo 15: 24
4. Juan 10: 11
5. Filipenses 2: 5-11
6. Génesis 3: 3; Romanos 6: 23
7. Ezequiel 34: 16
8. Mateo 18: 11
9. Isaías 42: 4
10. Lucas 15: 6, 7