EL EUNUCO ETÍOPE

THE ETHIOPIAN EUNUCH-EL EUNUCO ETIOPEEl libro de los Hechos nos narra una bonita historia sucedida poco después de que muchos cristianos fueran perseguidos y expulsados de Jerusalén1, lo cual permitió que se cumplieran las palabras de Jesús: “Y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta lo último de la tierra”.2 Esta historia expone también claramente, que Dios no hace acepción de personas y que todas las personas pueden obtener la salvación, sin distinción de raza, nacionalidad o cualquier otra barrera humana, porque Dios los ama a todos; y esto lo vemos tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.3 Entre los expulsados de Jerusalén estaba Felipe, uno de los siete primeros diáconos escogidos para servir a la naciente iglesia.4 La obra de Felipe en Samaria tuvo gran éxito5 y llegó a oídos de los apóstoles que estaban en Jerusalén.6 Y es que el mensaje de Cristo a la samaritana, con la cual había hablado junto al pozo de Jacob, había producido fruto.7 Por eso, cuando sus discípulos fueron expulsados de Jerusalén, algunos hallaron seguro asilo en Samaria. Los samaritanos dieron la bienvenida a estos mensajeros del Evangelio, y los judíos convertidos recogieron una preciosa mies entre aquellos que habían sido antes sus más acerbos enemigos.

Mientras Felipe estaba todavía en Samaria, un mensajero celestial le mandó que fuera hacia el sur, por el camino que va de Jerusalén a Gaza. Felipe obedeció y fue.8 No puso en duda el llamamiento ni vaciló en obedecer, porque había aprendido a aceptar la voluntad de Dios. El texto explica lo que sucedió entonces: “En el camino vio a un Etíope, eunuco, funcionario de Candace, reina de Etiopía. Era el administrador de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén a adorar, y ahora iba de regreso en su carro, leyendo el profeta Isaías”.9 Este etíope era un hombre de buena posición y amplia influencia. Una vez convertido, comunicaría a otros la luz recibida, y ejercería una poderosa influencia en favor del Evangelio. Los ángeles del Señor seguramente asistían a este hombre que buscaba luz, y le atraían hacia el Salvador.10 Por el ministerio del Espíritu Santo, el Señor lo puso en relación con quien podía conducirlo a mayor luz. A Felipe se le mandó que fuese al encuentro del etíope y le explicase la profecía que iba leyendo. “El Espíritu le dijo a Felipe: Acércate, y júntate a ese carro”.11 Una vez cerca, Felipe le preguntó: “¿Entiendes lo que lees? Y él dijo: ¿Y cómo voy a entender, si nadie me enseña? Y le rogó a Felipe que subiera al carro y se sentara con él”.12

El etíope leía la profecía de Isaías referente a Cristo, que dice: “Como oveja fue llevado a la muerte, como cordero delante de sus trasquiladores, se callará y no abrirá su boca. Sufrirá la cárcel, el juicio y la muerte; ¿y quién entonces contará su historia,
si él será arrancado por completo de este mundo de los vivientes?”.13 El eunuco preguntó a Felipe: “¿De quién habla el profeta? ¿Habla de sí mismo, o de algún otro?”.14 Entonces Felipe le explicó la gran verdad de la redención. Comenzando desde dicho pasaje de la Escritura, le habló de las buenas noticias (en griego, evangelio) de Jesús.15 El corazón del etíope se conmovió de interés cuando Felipe le explicó las Escrituras, y al terminar de hablar el discípulo, el hombre se mostró dispuesto a aceptar la luz que se le daba. No alegó su alta posición mundana como excusa para rechazar el Evangelio. De ahí que, cuando llegaron a un lugar con agua dijo: “¿Hay algo que me impida ser bautizado?” Felipe le dijo: Si crees de todo corazón, puedes ser bautizado. Y el eunuco respondió: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y el eunuco mandó detener el carro, y ambos descendieron al agua y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor se llevó a Felipe y el eunuco no volvió a verlo, pero siguió su camino lleno de gozo. Mientras tanto, Felipe se encontró en Azoto, y allí anunció el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesárea”.16 Este etíope simboliza una numerosa clase de personas que necesita ser enseñada por misioneros como Felipe, o sea, por hombres que escuchen la voz de Dios y vayan adonde él les envíe. Muchos leen las Escrituras sin comprender su verdadero sentido. En todo el mundo, hay hombres y mujeres que miran fijamente al cielo. Oraciones, lágrimas e interrogantes brotan de las almas anhelosas de luz en súplica de gracia y de la recepción del Espíritu Santo. Muchos están en el umbral del reino de Dios, esperando únicamente ser incorporados en él.

 

Referencias Bíblicas:

  1. Hechos 8: 1
  2. Hechos 1: 8
  3. Deuteronomio 10: 17-19; 2 Crónicas 19: 7; Job 34: 19; Efesios 6: 9
  4. Hechos 6: 3-6
  5. Hechos 8: 4-8
  6. Hechos 8: 14, 25
  7. Juan 4: 6-8; 28-30, 39-42
  8. Hechos 8: 26, 27
  9. Hechos 8: 27, 28
  10. Isaías 56: 3-8
  11. Hechos 8: 29
  12. Hechos 8: 30, 31
  13. Isaías 53: 7, 8; Hechos 8: 32, 33
  14. Hechos 8: 34
  15. Hechos 8: 35
  16. Hechos 8: 36-40