LA CRUZ

THE CROSS-LA CRUZLa cruz era un instrumento de tortura que los romanos utilizaron extensamente. En una cruz murió Jesús, nuestro Salvador.1 Fue ejecutado por los soldados romanos, instigados por los dirigentes judíos.2 La cruz se convirtió en el punto central del Plan de Salvación que Dios tiene para la raza humana.3 Lo que parecía una derrota, fue en realidad la más completa victoria, pues Jesús murió en nuestro lugar siendo inocente cargando sobre sí nuestros pecados.4 La muerte en la cruz era cruel y se producía por asfixia lenta, prolongando una agonía que duraba entre doce horas y uno o dos días. La cruz era de madera y podía ser de diferentes formas aunque, la que parece más utilizada y en la que probablemente murió Jesús, tenía la conocida forma de †, compuesta por un madero grande y un travesaño menor. A veces, tenía también un pequeño pedazo o cuña de madera donde se clavaban los pies de los condenados para alargar su sufrimiento. Como relatan los evangelios, después de ser arrestado, Jesús sufrió diferentes interrogatorios durante toda la noche, fue azotado cruelmente en dos ocasiones y sin poder dormir, ni comer, ni beber durante muchas horas. Fue maltratado y sufrió burlas constantes, como la coronación con una corona de hirientes espinas, que llenaron su cara de sangre.5

Una gran multitud siguió a Jesús desde el Pretorio hasta el Calvario6, por el camino que ahora se conoce como la Vía Dolorosa. La noticia de su condena se había difundido por toda Jerusalén, y acudieron muchas personas de todas clases y jerarquías, tanto por el camino como a las afueras de Jerusalén, en el lugar de la ejecución, conocido como el Gólgota, que quiere decir, el Calvario o lugar de la calavera.7 Al salir del tribunal de Pilato, la cruz que había sido preparada para Barrabás8, un criminal, fue puesta sobre sus hombros magullados y ensangrentados.9 La carga era demasiado pesada para Jesús, que por su debilidad caería desmayado bajo el terrible peso de la carga. Viendo que le era imposible llevarla más lejos, obligaron a un forastero a llevarla. Era Simón, de Cirene, que volvía del campo.10 Dos compañeros de Barrabás iban a sufrir la muerte al mismo tiempo que Jesús, puestos cada uno a un lado de Jesús.11 Era la hora tercera, o sea, las nueve de la mañana, cuando las palmas de las manos de Jesús fueron clavadas en la cruz, siendo sus brazos extendidos y seguramente atados sobre el travesaño.12 Sus pies también fueron clavados, pero el texto destaca que no le rompieron ninguno de sus huesos.13 Muchas profecías se cumplieron en esa ocasión, referidas a las circunstancias de la muerte del Mesías. Su ropa, que fue repartida a suertes14; la bebida de vinagre y hiel que le ofrecieron.15 Pilato mandó poner una inscripción en el madero, sobre la cabeza de Jesús. Era el título que él mismo escribió y que molestó mucho a los dirigentes judíos: “Este es Jesús, el rey de los judíos”. Fue escrito en griego, latín y hebreo.16 Muchos se burlaban de Jesús, pero mientras los soldados estaban realizando su terrible obra, Jesús oraba por sus enemigos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.17 Estando en su mayor dolor se acordó también de María, su madre allí presente, y procuró su asistencia futura a través de su discípulo Juan18, quien también estaba cerca de la cruz, junto con otras muchas mujeres seguidoras de Cristo.19

Pero en estos momentos, sintiendo el terrible peso que llevaba por nuestra culpabilidad, no podía ver el rostro reconciliador del Padre.20 Al sentir el Salvador que de él se retraía el semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón un pesar que nunca podrá comprender plenamente el hombre. Tan grande fue esa agonía que apenas le dejaba sentir el dolor físico. Su sufrimiento provenía del sentimiento de la malignidad del pecado colocado sobre él en ese momento. Realmente fue ese sufrimiento mental lo que le mató, pues murió mucho más pronto de lo habitual, sorprendiendo a todos21, por lo que a él no le rompieron las piernas como a los otros dos reos, uno de los cuales le había defendido, le reconoció como Mesías y le rogó y obtuvo su gracia para estar con Él cuando viniera en su reino.22 Un soldado clavó una lanza a Jesús en el costado, comprobando así que ya estaba muerto.23 Sorprendentes hechos sucedieron cuando Jesús fue crucificado. Ya desde la hora sexta y hasta la novena, unas tinieblas muy densas oscurecieron el lugar.24 En ese momento, después de clamar: “Consumado es. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, Jesús expiró y un violento terremoto sacudió Jerusalén, abriendo incluso muchas tumbas y todos los presentes cayeron al suelo asustados.25 El gran velo del templo se rasgó, de arriba abajo, exponiendo al Lugar Santísimo a la vista de todos.26 Hasta el centurión que estaba al mando de los soldados, asombrado por lo que estaba sucediendo, exclamó: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.27 Se cumplía el propósito de Dios. El Señor de gloria estaba muriendo en rescate por la familia humana. Jesús estaba adquiriendo el derecho a ser el abogado de los hombres en la presencia del Padre.28 Sobre todos los hombres recae la culpabilidad de la crucifixión del Hijo de Dios, pero a todos se ofrece libremente el perdón. “El que quiere” puede tener paz con Dios y heredar la vida eterna.29

El inmaculado hijo de Dios pendía de la cruz: su carne estaba lacerada por los azotes; aquellas manos que tantas veces se habían extendido para bendecir, estaban clavadas en el madero; aquellos pies tan incansables en los ministerios de amor estaban también clavados a la cruz; esa cabeza real estaba herida por la corona de espinas; aquellos labios temblorosos formulaban clamores de dolor. Y todo lo que sufrió: las gotas de sangre que cayeron de su cabeza, sus manos y sus pies, la agonía que torturó su cuerpo y la inefable angustia que llenó su alma al ocultarse el rostro de su Padre, habla a cada hijo de la humanidad y declara: Por ti consiente Jesús, el Hijo de Dios, en llevar esta carga de culpabilidad; por ti saquea el dominio de la muerte y abre las puertas del Paraíso. El que calmó las airadas ondas y anduvo sobre la cresta espumosa de las olas30, el que hizo temblar a los demonios31 y huir a la enfermedad32, el que abrió los ojos de los ciegos33 y devolvió la vida a los muertos34, se ofreció como sacrificio en la cruz, y esto por amor a todos y cada uno de nosotros.35 Él, el Expiador del pecado, soportó la ira de la justicia divina y por nuestra causa se hizo pecado.36

 

Referencias bíblicas:

  1. Hebreos 12: 2; Filipenses 2: 6-11
  2. Mateo 27: 12, 20, 23-26; Hechos 5: 30
  3. Colosenses 1: 20; Efesios 2; 16; 1 Corintios 1: 17
  4. Isaías 53: 6; Juan 12: 32, 33
  5. Mateo 27: 27-31; Marcos 15: 16-20; Juan 19: 1-3
  6. Lucas 23: 27, 48, 49
  7. Mateo 27: 33; Marcos 15: 22; Hebreos 13: 12
  8. Mateo 27: 20-24; Marcos 15: 11-15; Lucas 23: 13-25
  9. Mateo 27: 31; Juan 19: 17
  10. Mateo 27: 32; Marcos 15: 21; Lucas 23: 26
  11. Lucas 23: 32, 33; Marcos 15: 27, 28; Mateo 27: 38
  12. Marcos 15: 25; Juan 20: 25-27; Isaías 49: 16;
  13. Juan 19: 31-33, 36, 37; Salmos 22: 17; 34: 20; Zacarías 12: 10
  14. Juan 19: 23, 24; Salmos 22: 18; Mateo 27: 35
  15. Mateo 27: 34, 48; Salmos 69: 21; Juan 19: 28, 29
  16. Juan 19: 19-22; Lucas 23: 38; Mateo 27: 37; Marcos 15: 26
  17. Lucas 23: 34-37; Marcos 15: 29-32; Isaías 53: 11, 12
  18. Juan 19: 26, 27
  19. Mateo 27: 55, 56; Marcos 15: 40, 41; Juan 19: 25
  20. Marcos 15: 34; Mateo 27: 46, 47; Salmos 22: 1
  21. Marcos 15: 43-45; Juan 19: 33
  22. Lucas 23: 39-43; Mateo 24: 31-34; Juan 5: 28, 29
  23. Juan 19: 32-34
  24. Marcos 15: 33; Mateo 27: 45; Lucas 23: 44
  25. Mateo 27: 50-53; Juan 19: 30; Lucas 23: 46-48; Marcos 15: 37
  26. Marcos 15: 38
  27. Mateo 27: 54; Marcos 15: 39
  28. 1 Juan 2: 1; Hebreos 5: 8, 9; 1 Timoteo 2: 5
  29. Isaías 53: 4, 5; Romanos 3: 23-25; 6: 23; Hechos 5: 30-32
  30. Mateo 8: 24-27; 14: 24-26; Marcos 4: 37-41
  31. Mateo 17: 18; Marcos 1: 34; Lucas 4: 41
  32. Lucas 4: 36-41
  33. Lucas 18: 35-43; 4: 18; Juan 9: 1-7
  34. Lucas 7: 11-17; 8: 41, 42, 49-56; Juan 11: 38-44
  35. Romanos 5: 8; Juan 3: 16; 1 Juan 4: 10, 14-16
  36. Isaías 53: 12; Gálatas 3: 13; 1 Pedro 2: 24