ACEITE Y HARINA

052-ACEITE Y HARINAA través del profeta Jeremías, Dios utilizó una vasija de barro quebrada en pedazos para simbolizar el castigo o quebrantamiento de su pueblo rebelde.1 Las vasijas de barro sirvieron entre otras cosas, para guardar o esconder en su interior documentos importantes. Eran generalmente bien selladas y guardadas en lugar seguro.2 También el Señor utilizó el barro y las vasijas de barro como símbolo para representar la Creación en general3 y la del ser humano en particular,4 así como de su actuación para “modelar” el carácter del hombre5 o intervenir en la historia.6 Pero las vasijas de barro eran utilizadas comúnmente para guardar agua o productos alimenticios como la harina, el aceite y otros.7 Precisamente con respecto a este uso general, la Biblia menciona unos hechos asombrosos, unos milagros muy semejantes entre sí, realizados por Dios a través de dos profetas, uno discípulo y sucesor del otro. Se trata de Elías y Eliseo.

En una ocasión, Dios envió a Elías a Sarepta de Sidón, en Fenicia, para visitar a una viuda.8 Elías debía pedirle que le diese agua y pan. Esta mujer, aunque era viuda, muy pobre y con un hijo que atender, con gran hospitalidad le dio al profeta lo único que le quedaba, un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en una vasija, con los que hizo una torta, que precisamente iba a preparar para ellos. Pensaban comerla y luego morirse de hambre, pues ya no tenían nada más. Pero aún así, atendió primero al visitante. Como premio a su bondad, el profeta le dijo que nunca faltaría la harina y el aceite de esos recipientes de barro mientras lo necesitasen. En su extrema necesidad, esta mujer reveló su fe cumpliendo la petición del forastero que solicitaba compartir con ella su último bocado. Admirable fue la hospitalidad manifestada al profeta de Dios por esta mujer fenicia, y admirablemente fueron recompensadas su fe y generosidad.

Al profeta Eliseo, otra mujer viuda, esta vez del pueblo judío,9 le suplicó ayuda pues, además de quedarse sin marido, estaba llena de deudas y por ello se iban a llevar a sus hijos como siervos, quedando totalmente desamparada. Sólo tenía en casa una vasija con aceite. Eliseo le dijo que fuese y pidiese prestadas a sus vecinas todas las vasijas que pudiese conseguir. Así lo hizo y llenó su casa de vasijas vacías. El profeta le dijo que con el aceite de su vasija, fuese llenando y guardando las vasijas prestadas. Milagrosamente, el aceite no paró de fluir de la vasija de la viuda hasta que llenó todas las demás. Pudo vender el aceite, pagar sus deudas y tener lo suficiente para vivir ella con sus hijos. A todos los que, en tiempo de prueba y escasez, dan simpatía y ayuda a otros más menesterosos, Dios ha prometido una gran bendición. Él no ha cambiado. Su poder no es menor hoy que en los días de Elías y Eliseo.10 No es menos segura que cuando fue pronunciada por nuestro Salvador esta promesa: “El que recibe profeta en nombre de profeta, merced de profeta recibirá”.11 El apóstol Pablo dijo: “No olvidéis la hospitalidad, porque por ésta algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”.12 Estas palabras no han perdido fuerza con el transcurso del tiempo.

 

Referencias Bíblicas:

  1. Jeremías 19: 1-13
  2. Jeremías 32: 14
  3. Isaías 45: 9; 64: 8; Romanos 9: 20
  4. Génesis 2: 7; Job 10: 9; 33: 6
  5. Lamentaciones 4: 2; 2 Corintios 4: 7
  6. Jeremías 18: 1-9
  7. 2 Samuel 17: 28
  8. 1 Reyes 17: 8-16
  9. 2 Reyes 4: 4-7
  10. Lucas 4: 26
  11. Mateo 10: 41
  12. Hebreos 13: 2