DEPORTACIÓN A BABILONIA

055-DEPORTACION A BABILONIAEl profeta Jeremías profetizó que Nabucodonosor, rey de Babilonia, convertiría toda la tierra de Judá y las naciones vecinas en ruinas y en espanto; y que estas naciones servirían al rey de Babilonia durante setenta años. Y cuando se hubieren cumplido los setenta años, Dios castigaría al rey de Babilonia y a aquella nación, por su maldad, y a la tierra de los caldeos; y la convertiría en desolación perpetua.1 Así se cumplió y Joaquín, el rey de Judá, junto con su familia, y la flor y nata del país fueron llevados cautivos a Babilonia. Al mismo tiempo, el rey de Babilonia se llevó todos los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa real.2 Se permitió, sin embargo, que el reino de Judá, con su poder quebrantado y despojado de su fuerza, de sus hombres y de sus tesoros, subsistiese como gobierno separado. A la cabeza de éste, Nabucodonosor puso a un hijo menor de Josías, llamado Matanías, pero cambió su nombre al de Sedequías3, y puso al profeta Jeremías como probado consejero. Por consejo de Dios, todo Judá debía someterse a Babilonia, incluso los cautivos, que debían procurar la paz de la tierra a la cual habían sido llevados y de la que volverían pasados los setenta años predichos.4

Mientras Jeremías continuaba dando su testimonio en la tierra de Judá, el profeta Ezequiel fue suscitado de entre los cautivos de Babilonia para dar advertencias y consuelo a los desterrados, y para confirmar la palabra del Señor que hablaba Jeremías. Se le indicó que predijera, por medio de una variedad de símbolos y mensajes solemnes, el asedio de Jerusalén y su completa destrucción por no escuchar el consejo de Dios.5 Sedequías traicionó la confianza de Nabucodonosor, rebelándose y aliándose con Egipto.6 Por eso Nabucodonosor asedió de nuevo Jerusalén y esta vez la destruyó completamente; se llevó todo y a todos como cautivos.7 Jeremías había sido encarcelado por Sedequías, pero Nabucodonosor lo protegió y el profeta eligió quedarse con los pocos habitantes de Judá, los más pobres, que quedaron allí.El pesar del profeta por la absoluta perversidad de Judá era grande y su oración constante era: “Escudriñemos  nuestros caminos, y busquemos y volvámonos a Jehová”.9

Entre los hijos de Israel que fueron deportados a Babilonia al principio de los setenta años de cautiverio, había hombres que eran tan fieles a los buenos principios como el acero, que no serían corrompidos por el egoísmo, sino que honrarían a Dios aun cuando lo perdiesen todo. Allí, estos hombres habrían de ejecutar el propósito de Dios dando a las naciones paganas las bendiciones provenientes del conocimiento de Jehová. Habían de ser sus representantes. No debían en caso alguno transigir con los idólatras, sino considerar como alto honor la fe que sostenían y el nombre de adoradores del Dios viviente. Y así lo hicieron. Honraron a Dios en la prosperidad y en la adversidad; y Dios los honró a ellos. Entre los que mantenían su fidelidad a Dios, se contaban Daniel y sus tres compañeros10, ilustres ejemplos de lo que pueden llegar a ser los hombres que se unen con el Dios de sabiduría y poder.

 

Referencias Bíblicas:

  1. Jeremías 25: 8-12
  2. 2 Reyes 24: 10-16
  3. 2 Reyes 24: 17
  4. Jeremías 29: 4-14
  5. Ezequiel 21: 24-26
  6. 2 Crónicas 36: 11-16
  7. 2 Crónicas 36: 17-20; Jeremías 39: 1-10
  8. Jeremías 39: 11-14
  9. Lamentaciones 3: 22, 40
  10. Daniel 1: 1-7