ESTATUA DE ORO

“El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, cuya altura era de sesenta codos y la anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia”.Es difícil pensar en las exageradas proporciones de una estatua ¡de oro! de unos 30 metros de altura que le representaba. ¡Qué vanidad y que derroche de orgullo tenía el rey! Y además, para más egolatría, mandó, bajo pena de muerte en un horno de fuego, que el día de la dedicación y a una señal convenida, todo el mundo, sin excepción debía arrodillarse ante la estatua y adorarla.2 Si los gobernantes de Babilonia, el más rico de todos los reinos terrenales, hubiesen cultivado siempre el temor de Dios, se les habría dado una sabiduría y un poder que los habrían unido a él y mantenido fuertes. A hombres como Daniel, acerca de quienes sabían que honraban al Dios viviente y eran honrados por él, les pedían que les revelasen los misterios de la Providencia.

Hacía un tiempo, Dios había revelado a Nabucodonosor un sueño de una gran imagen compuesta por diferentes metales.3 Era un símbolo que presentaba a Nabucodonosor acontecimientos que llegaban hasta el fin del mundo. Le había sido dado para que comprendiese la parte que le tocaba desempeñar en la historia del mundo y la relación que su reino debía sostener con el reino del cielo. En la interpretación del sueño, se le había dicho que él era la cabeza de oro.4 El rey había reconocido el poder de Dios al decir a Daniel: “Ciertamente que el Dios vuestro es Dios de dioses,… y el descubridor de los misterios”.5 Después de esto, Nabucodonosor sintió por un tiempo la influencia del temor de Dios; pero su corazón no había quedado limpio de ambición mundanal ni del deseo de ensalzarse a sí mismo. La prosperidad que acompañaba su reinado le llenaba de orgullo. Con el tiempo, dejó de honrar a Dios y resumió su adoración de los ídolos con mayor celo y fanatismo que antes. Él hizo una imagen similar, pero toda de oro, para decir que Babilonia era un reino eterno, indestructible y todopoderoso que quebrantaría y desmenuzaría todos los demás reinos, y perduraría para siempre.

Olvidó las providencias notables relacionadas con el sueño de la gran imagen, y olvidó también que por medio de su siervo Daniel, el Dios de Israel había aclarado el significado de la imagen.6 La representación simbólica por medio de la cual Dios había revelado al rey y al pueblo su propósito para con las naciones de la tierra, iba a emplearse para glorificar el poder humano. La interpretación de Daniel iba a ser rechazada y olvidada; la verdad iba a ser interpretada con falsedad y mal aplicada. Con recursos de sus grandes tesoros, Nabucodonosor hizo hacer una gran imagen de oro. No es sorprendente que en una tierra donde la adoración de los ídolos era universal, la hermosa e inestimable imagen levantada en la llanura de Dura para representar la gloria, la magnificencia y el poder de Babilonia, fuese consagrada como objeto de culto. Así se dispuso, y se decretó que en el día de la dedicación todos manifestasen su suprema lealtad al poder babilónico postrándose ante la imagen.

 

Referencias Bíblicas:

  1. Daniel 3: 1
  2. Daniel 3: 4-7
  3. Daniel 2: 1, 31-35
  4. Daniel 2: 38
  5. Daniel 2: 47
  6. Daniel 2: 36-45