Antaño en la tierra, vivieron gigantes, pues varias veces se mencionan en la Biblia a personas, no sólo muy altas, sino de grandísima estatura.1 Hay que notar de la misma manera, que al principio de la humanidad, vemos que Adán y los patriarcas antediluvianos vivían casi mil años y parecían tener una gran inteligencia2 que les permitió realizar grandes proezas y edificaciones sorprendentes. Y es que, debemos recordar que Dios hizo al hombre perfecto, a su imagen y semejanza3 y con muchas cualidades extraordinarias que ha ido perdiendo paulatinamente. Por ejemplo, Adán puso nombre a todos los animales existentes y los podía recordar sin necesitar tenerlo escrito.4 En ciertos lugares y familias, todavía se dieron durante un tiempo algunos descendientes con esas características tan imponentes. Todavía hoy se dan ciertos casos especiales de gran estatura, vitalidad o gran capacidad intelectual. Por eso en comparación con los otros hombres, se les llamó entonces “gigantes”, aunque al principio de la creación, era normal tener esas cualidades y esa capacidad vital.
La Biblia contiene abundantes referencias a algunas de esas familias de gigantes, que fueron desapareciendo al principio de la historia humana. Los hebreos se referían a algunos de ellos como refaítas, que eran un “pueblo grande y numeroso, y de elevada estatura como los hijos de Anac”.5 También los gigantes que había en Canaán eran tan altos que los doce espías se sintieron como langostas en comparación con ellos, y así fueron considerados por éstos.6 Se mencionan algunos otros pueblos de gigantes.7 También otros gigantes individuales como: Og, rey de Basán, cuya cama medía cuatro metros de largo por dos de ancho8; Goliat, de Gat9, cuya altura era de unos 3,20 m, e Isbi-benob10, de quien la punta de su lanza pesaba unos 3 kilos; además de otro gigante que tenía seis dedos en cada mano y cada pie, sumando un total de veinticuatro dedos.
Es evidente que la Biblia nos informa que el ser humano ha ido degenerando y ahora no es ni sombra de lo que fue. Indudablemente, esto se debe al pecado y a la maldad consecuente. Cuando Dios hizo al hombre, lo hizo “un poco menor que los ángeles”11 y con la resurrección volveremos a recuperar un cuerpo glorificado, revestido de inmortalidad e incorruptible.12
Referencias Bíblicas: