GRANO DE MOSTAZA

MUSTARD SEED-GRANO DE MOSTAZALas parábolas son una ilustración, una narración ilustrada o proverbio, que sirve para explicar algo importante o dar a conocer una enseñanza moral de una manera sencilla que llegue a la mayor parte de la gente. Dice la Biblia que Jesús hablaba siempre en parábolas, para que los oyentes pensasen en el reino de Dios y pudieran entenderlo.1 Eso, por otro lado, cumplía dos profecías antiguas.2 Ese mismo día en el que Jesús aclaró por qué hablaba en parábolas, dijo: “¿A qué es semejante el reino de Dios y con qué lo compararé? Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas”.Entre la multitud que escuchaba las enseñanzas de Jesús había muchos fariseos, que seguramente notaron cuán pocos de sus oyentes lo reconocían entonces como el Mesías, el Cristo. Entre los gobiernos terrenales no había nada que pudiera servir para establecer una semejanza con el reino de Dios. Por eso Jesús parece dudar con qué compararlo. Ninguna sociedad civil podía proporcionarle un símbolo. El germen que se halla en la semilla crece en virtud del desarrollo del principio de vida que Dios ha implantado en él. Su desarrollo no depende del poder humano. Eso mismo ocurre con el reino de Cristo. Es una nueva creación. Sus principios de desarrollo son opuestos a los que rigen los reinos de este mundo. Muchos gobiernos terrenales prevalecen por la fuerza física, mantienen su dominio por la guerra; pero el Fundador del nuevo reino es el Príncipe de Paz. El Espíritu Santo representa a los reinos del mundo bajo el símbolo de bestias fieras de rapiña; pero Cristo es el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.4 En su plan de gobierno no hay empleo de fuerza bruta para forzar la conciencia. Los judíos esperaban que el reino de Dios se estableciese de la misma forma que los reinos del mundo. Para promover la justicia, ellos recurrieron a las medidas externas. Trazaron métodos y planes. Pero Cristo implanta suavemente un principio. Inculcando la verdad y la justicia, contrarresta el error y el pecado.

Al principio, un grano de mostaza sembrado, que es una de las más pequeñas semillas, proyecta un tierno brote; pero de una potente vitalidad, y crece y florece hasta que alcanza un gran tamaño. Así el reino de Cristo al principio parecía humilde e insignificante. Comparado con los reinos de la tierra parecía el menor de todos. La aseveración de Cristo de que era rey fue ridiculizada por los gobernantes de este mundo. Sin embargo, en las grandes verdades encomendadas a los seguidores de Jesús, el reino del Evangelio poseía una vida divina. ¡Y cuán rápido fue su crecimiento, cuán amplia su influencia! Cuando Cristo pronunció esta parábola, había solamente unos pocos campesinos galileos que representaban el nuevo reino. Su pobreza, lo escaso de su número, era presentado muchas veces como razón por la cual los hombres no debían unirse con estos sencillos pescadores que seguían a Jesús. Pero la semilla de mostaza había de crecer y extender sus ramas a través del mundo. Cuando pereciesen los gobiernos terrenales, cuya gloria llenaba entonces los corazones humanos, el reino de Cristo seguiría siendo una fuerza poderosa y de vasto alcance.

De esta manera, la obra de la Gracia de Dios en el corazón es pequeña en su comienzo. Se habla una palabra, un rayo de luz brilla en el alma, se ejerce una influencia que es el comienzo de una nueva vida; ¿y quién puede medir sus resultados? En la parábola de la semilla de mostaza no sólo se ilustra el crecimiento del reino de Cristo, sino que en cada etapa de su crecimiento la experiencia representada en la parábola se repite. Dios tiene una verdad especial y una obra especial para su iglesia en cada generación. La verdad, oculta a los hombres sabios y poderosos del mundo, es revelada a los humildes y a los que son como niños. Sólo es necesario tener fe como un grano de mostaza.5

 

Referencias Bíblicas:

  1. Mateo 13: 13-15, 34, 35
  2. Isaías 6: 9, 10; Salmos 78: 2; Hechos 28: 26, 27
  3. Lucas 13: 18, 19; ver también Mateo 13: 31, 32 y Marcos 4: 30-32
  4. Juan 1: 29, 36
  5. Mateo 17: 20; Lucas 17: 6