PEDRO EN LA CÁRCEL

PETER IN PRISON-PEDRO EN LA CARCELJesús advirtió claramente a sus discípulos que, a causa de su nombre, les perseguirían y les llevarían a la cárcel.1 En esa ocasión, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, no sólo estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel, sino también a la muerte”.2 Salvando su fracaso en esta promesa, cuando negó tres veces a Cristo en ocasión de su detención3, más tarde, Pedro la cumplió en su totalidad. Antes de su muerte como mártir por Cristo, sufrió varios encarcelamientos, algunos de los cuales se mencionan en la Biblia. La primera ocasión fue después de un segundo discurso memorable de Pedro, esta vez en el Pórtico de Salomón, después de la curación del hombre cojo de nacimiento. Por sus palabras creyeron más de cinco mil personas4, pero como su predicación aludía a que Jesús era el Autor de la Vida, que Él murió por la culpa del pueblo y de sus dirigentes, y que Jesús había resucitado, eso no lo podían soportar los sacerdotes y otros dirigentes, quienes habían tratado de ocultar ese hecho con informes falsos e increíbles de la guardia romana.5 Por esa razón, les apresaron y llevaron a la cárcel.6

Al día siguiente, fueron llevados ante el concilio donde, nuevamente con mucho valor, Pedro volvió a hablar claramente con palabras parecidas, acusando a los dirigentes y afirmando que ellos habían rechazado a Jesús, la piedra angular, afirmando que “en ningún otro hay salvación, porque no se ha dado a la humanidad ningún otro nombre bajo el cielo mediante el cual podamos alcanzar la salvación”.7 Esta actitud valiente y elocuente, en la que les reconocían que ellos habían estado con Jesús8, les desconcertó. Después de dialogar entre sí y sin poder negar lo evidente ante el pueblo, tuvieron que soltarles, tratando de amenazarles para que no mencionaran más el nombre de Jesús, pero su respuesta fue que obedecerían antes a Dios que a ellos.9 Durante un tiempo, la iglesia creció tranquila y en una armonía, teniendo un compañerismo notable.10 También las señales y milagros se sucedían y los apóstoles iban al Pórtico de salomón, donde acudía la gente de muchos lugares y los enfermos eran sanados.11 La envidia y el odio de los dirigentes llegaron al máximo y volvieron a apresar a los apóstoles en la cárcel del pueblo.12 Pero Dios envió a un ángel que les abrió las puertas de la cárcel y salieron libres, a pesar de tener una guardia vigilando a las puertas y los candados puestos. Nadie les vio salir y eso confundió aún más a las autoridades. El ángel les dijo que fueran al templo a predicar y allí les volvieron a apresar los alguaciles, pero sin violencia, porque temían que el pueblo les apedreara.13 Como mucho, y por consejo del maestro Gamaliel, les dieron azotes y no se atrevieron a hacer nada más contra esos hombres tan tozudos.14

Durante un tiempo les dejaron en paz aunque después, una gran persecución se desató a la muerte de Esteban. Una vez más, Pedro fue apresado y esta vez por orden de Herodes, quien ya había encarcelado y matado a Jacobo, el hermano de Juan, acto que agradó a los judíos. Las cosas eran realmente más serias. Era la fiesta de los panes sin levadura y quería ejecutar públicamente a Pedro al terminar la Pascua. La muerte de Jacobo causó gran pesar y consternación entre los creyentes. Cuando Pedro también fue encarcelado, toda la iglesia se puso a orar y ayunar. Esta vez, Herodes no quería que se escapara y le puso a cuatro grupos de soldados, para que lo vigilaran. Cada grupo estaba compuesto de cuatro soldados.15 La última noche, se reforzó la vigilancia y pusieron a Pedro entre dos soldados, encadenado a ellos dentro de la celda, además de los guardias en la puerta. No podía moverse sin que ellos lo supieran. Pero para Dios no hay nada imposible. La situación extrema del hombre es la oportunidad de Dios. El hecho fue asombroso. De pronto una luz iluminó la cárcel y apareció un ángel del Señor, el cual tocó a Pedro en el costado para despertarlo, y le dijo: “¡De prisa, levántate!” Y al instante las cadenas se le cayeron de las manos. Entonces el ángel le dijo: “Recoge tu ropa y átate las sandalias; envuélvete en tu manto y sígueme.” Y Pedro obedeció. Salieron de la celda y Pedro lo siguió, aunque creía que lo que el ángel hacía era una visión. Pasaron la primera y la segunda guardia, y al llegar a la puerta de hierro que daba a la ciudad, ¡ésta se abrió por sí misma! Una vez afuera, cruzaron una calle y luego el ángel desapareció. Entonces Pedro volvió en sí, y dijo: “Ahora me doy cuenta de que en verdad el Señor envió su ángel para librarme de Herodes y de todo lo que el pueblo judío esperaba hacer”.16 Pedro fue a ver a los hermanos, que se sorprendieron muchísimo. Cuando amaneció, hubo mucho alboroto entre los soldados, pues no sabían qué había pasado con Pedro. Herodes lo buscó y, como no lo halló, hizo interrogar a los guardias y luego ordenó que los mataran. Pedro, por su parte, salió de Judea y se fue a Cesárea, donde se quedó.17

 

Referencias Bíblicas:

  1. Lucas 21: 12
  2. Lucas 22: 33
  3. Mateo 26: 34; Lucas 22: 61
  4. Hechos 3: 11-16; 4: 4
  5. Mateo 28: 11-15
  6. Hechos 4: 1-3
  7. Hechos 4: 5-12
  8. Hechos 4: 13-15
  9. Hechos 4: 16-22
  10. Hechos 4: 32-35
  11. Hechos 5: 12-16
  12. Hechos 5: 17, 18
  13. Hechos 5: 19-26
  14. Hechos 5: 27-39
  15. Hechos 12: 1-5
  16. Hechos 12: 6-11; Lucas 18: 27
  17. Hechos 12: 12-19