Las plagas de Egipto1 del relato bíblico fueron realmente una confrontación entre el Dios de Israel y los dioses de Egipto. Dios envió a Egipto a Moisés y Aarón como sus representantes para pedir a Faraón, rey de Egipto, la liberación del pueblo hebreo. El Faraón mismo y su casa eran considerados dioses en Egipto y cuando, a pesar de las continuas advertencias dadas por Dios mediante Moisés y Aarón, el terco Faraón se opuso, Dios envió un total de diez plagas2, una tras otra, intercaladas con continuas advertencias y oportunidades de rectificación. Cada una de las plagas afectó a animales, objetos o lugares que supuestamente eran sagrados y protegidos por sus dioses. En todo esto, vemos también una confrontación entre Dios de Israel y Satanás. Satanás quiso desde el principio ser Dios, según nos dice el relato bíblico de Isaías 14: 13; así que él trabajó por medio de faraón, sus magos, hechiceros y sabios, para oponerse al Dios de Israel, que es el Dios verdadero y quien hizo el Universo, la tierra, las estrellas, el sol, la luna, y la humanidad.
Hasta la segunda plaga los sabios hechiceros de faraón, parecieron poder hacer lo mismo que Moisés y Aarón3, quienes tenían el poder de Dios, pero hubo un límite que no pudieron sobrepasar e incluso ellos fueron afectados por la plaga de úlceras. Se puso así claramente en evidencia, que los dioses de Egipto eran falsos y que no tenían potestad sobre nada, y que el Dios de Israel era poderoso en todo, verdadero y genuino. Al final, después de la última plaga de muerte de todos los primogénitos de Egipto4, desde el hijo de Faraón hasta el del último siervo, el orgulloso Faraón, humillado y aterrado, tuvo que ceder, aunque con desgana, y dejó salir al pueblo de Dios de Egipto.5
Referencias Bíblicas: