TOCÓN DEL REY LOCO

058-TOCON DEL REY LOCOEl rey Nabucodonosor era un monarca absoluto, orgulloso y soberbio, cuyo reino era el más importante de su época y, probablemente, el más rico de todos los tiempos. El rey de Babilonia había mandado hacer construcciones magníficas; algunas eran verdaderas maravillas de la antigüedad. Por su relación con el profeta Daniel, que era un dirigente principal en su reino, había llegado a conocer y reconocer al verdadero Dios del cielo.1 Nabucodonosor había atribuido a veces la gloria de su reino y el esplendor de su reinado al favor de Jehová,  pero al pasar el tiempo, perdió de vista el noble concepto que tenía del propósito de Dios concerniente a las naciones y puso en grave peligro sus realizaciones como sabio gobernante, a quien Dios pudiera continuar usando como instrumento para la ejecución del propósito divino. En su misericordia, Dios le dio un sueño que contenía una grave lección para reconducir su vida.

En una visión de noche2, Nabucodonosor vio un árbol gigantesco que crecía en medio de la tierra, con muchas cualidades beneficiosas para todos los seres vivos a su alrededor. Pero ese árbol fue talado, aunque se dejó el tocón, la cepa de sus raíces, con una atadura de hierro y de bronce. En el sueño se añadió que su corazón de hombre sería cambiado y le sería dado corazón de bestia, y pasarían sobre él siete tiempos. Ningún sabio pudo interpretar el sueño del rey, pero Nabucodonosor llamó a Daniel, porque sabía que en él moraba el espíritu de Dios y él sabría la respuesta, como así fue. Daniel le dijo al rey que el árbol era el propio rey, y que por su soberbia y orgullo, sería echado de entre los hombres y sería como una bestia del campo durante siete tiempos, hasta que reconociera que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere. Y le dijo que la orden de dejar en la tierra el tocón atado, significaba que su reino se le guardaría y se le devolvería después que reconociera que es el cielo el que gobierna. Un hecho a destacar, es que es el propio Nabucodonosor quien relata en primera persona su propio testimonio en el capítulo 4 de Daniel.3

Al cabo de doce meses del sueño, paseando por el palacio real de Babilonia, el rey y dijo: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” En el mismo momento, se cumplió sobre él lo profetizado. Estuvo loco durante siete años, viviendo como un animal, pero al cabo de ese tiempo, él mismo dice que alzó sus ojos al cielo, y añade: “bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre… En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida… Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia”.4 Estaba ahora cumplido el propósito de Dios, de que el mayor reino del mundo manifestase sus alabanzas. La proclamación pública, en la cual Nabucodonosor reconoció la misericordia, la bondad y la autoridad de Dios, fue el último acto de su vida que registra la historia sagrada.

 

Referencias Bíblicas:

  1. Daniel 2: 19-23, 46-48
  2. Daniel 4: 4-18
  3. Daniel 4: 1-3
  4. Daniel 4: 28-37