ZARZA ARDIENDO

031-ZARZA ARDIENDOUn día, mientras apacentaba sus rebaños cerca de Horeb, “monte de Dios”, un lugar solitario y desértico, Moisés vio arder una zarza.Pero lo extraordinario era que ésta se quemaba y no se consumía. Sus ramas, su follaje, su tallo, todo ardía, y sin embargo, no parecía consumirse. Moisés se aproximó para ver esa maravillosa escena, cuando una voz procedente de las llamas le llamó por su nombre.2  Ante la zarza ardiente, la voz de Dios le ordenó a Moisés que se quitase las sandalias, porque la tierra en la que estaba era santa, y lo era por la presencia de Dios allí. En esa forma se enseña constantemente que los que quieran acercarse a la presencia de Dios deben apartarse de toda impureza. El Dios de su padre, de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el “Ángel de Jehová”, que se identificó ante él como el gran “Yo Soy”, El que es por sí mismo, el Todopoderoso, había descendido a la tierra3 y le llamaba desde la zarza. Cuarenta años después de su huída de Egipto, Dios le llamaba para sacar a su pueblo de la esclavitud de Egipto. El mandato divino halló a Moisés sin confianza en sí mismo, tardo para hablar y tímido. Estaba abrumado con el sentimiento de su incapacidad para ser el portavoz de Dios ante Israel. Pero una vez aceptada la tarea, la emprendió de todo corazón, poniendo toda su confianza en el Señor. La grandeza de su misión exigía que ejercitara las mejores facultades de su mente. Dios bendijo su pronta obediencia, y llegó a ser elocuente, confiado, sereno y apto para la mayor obra jamás dada a hombre alguno. Este es un ejemplo de lo que hace Dios para fortalecer el carácter de los que confían plenamente en él, y sin reserva alguna cumplen sus mandatos.

Cuando Cristo estaba por visitar nuestro mundo y encarnarse, siendo Dios, tomó forma de siervo.4 Si hubiese aparecido con la gloria que tenía con el Padre antes que el mundo fuese, no podríamos haber soportado la luz de su presencia. Su divinidad fue cubierta de humanidad, la gloria invisible tomó forma humana visible. Este gran propósito había sido anunciado por medio de figuras y símbolos. La zarza ardiente, en la cual Cristo, el Ángel de Jehová”, apareció a Moisés, revelaba a Dios.5 El símbolo elegido para representar a la Divinidad era una humilde planta que no tenía atractivos aparentes, pero encerraba al Infinito.6 El Dios que es todo misericordia, velaba su gloria en una figura muy humilde, a fin de que Moisés pudiese mirarla y sobrevivir. La gloria de Dios estaba suavizada, y velada su majestad, a fin de que la débil visión de los hombres finitos pudiese contemplarla. Así Cristo había de venir en “el cuerpo de nuestra bajeza”7, hecho “semejante a los hombres”. A los ojos del mundo, no poseía hermosura que lo hiciese desear; sin embargo era Dios encarnado8, la luz del cielo y de la tierra. Su gloria estaba velada, su grandeza y majestad ocultas, a fin de que pudiese acercarse a los hombres entristecidos y tentados.

 

Referencias Bíblicas:

  1. Éxodo 3: 1-3
  2. Éxodo 3: 4-7
  3. Éxodo 3: 8-14; Marcos 12: 26
  4. Filipenses 2: 5-11; Hebreos 10: 5-7
  5. Deuteronomio 33: 16; Hechos 7: 30, 35
  6. Isaías 53: 1-3; Jeremías 33: 15; Zacarías 3: 8
  7. Filipenses 3: 21; 2: 7
  8. 1 Timoteo 3: 16; Juan 1: 14